Martin se fue como caballo alado buscando el infinito. Ya no nos acompañó a nuestro Al paso de la cumbre, porque ya él pasó su propio umbral de lo físico. Y se llevó su gracia y su fragancia, miles de avatares en su memoria prodigiosa y su talante icolaltero. Quedan pocos jinetes de la amistad y el compromiso, pero nos queda su hermoso recuerdo, nos queda el inmenso privilegio de haber pasado con él la cumbre de la mediocridad, porque Martín era único, hábil valedor de lo que ser humano significa. Espiritualmente, mañana seguirá Martin pasando la cumbre con quienes vamos a rendir homenaje a cuantos nos han definido como pueblo


¡¡Al Paso de la Cumbre!! Domingo 2 de julio. XII edición. Escenificación de rescate etnográfico para mostrar valores del mundo rural tinerfeño.Actividades como el trueque a través de la dorsal de Abeque y en tres municipios arraigados a sus señas de identidad ya la lucha por al subsistencia.
Remendando los balayos se eternizan las tardes, mis ansias crecen para que llegue el día en el que pasaré la cumbre. Esa madrugada seré feliz, ayudando temprano con los últimos atillos, calentándome la barriga con café, como la gente grande.
Desde que tuve luces siempre vi a mi gente madrugar: a mis abuelos, mis tios, ¡a mi padre!…Algunas veces creo verlo, muy serio, albardando la mula con diligencia y un cuidado infinito. Era una compañera fiel. "Era sus pies y sus manos para traer el pan a la casa", decía siempre.
Sobre el balayo los ñames, los puerros, las alas de la col abierta. Todo cabe en mi cabeza: "el género", la ilusión, toda la inocencia,…los recuerdos.
Así, a golpes de inquietud, llegará la mañana de mi primer paso de la cumbre; servirá para enseñarle a la gente como se vivía antes, como se pasaban los caminos con sacrificio, algunas veces con alegría, que yo veo a las mujeres con fuertes “cantigas” y más de uno hasta “templado”.
El domingo será mi primer paso de la cumbre, haremos el trueque…Nada, sigo remendando los balayos, que se me va el santo al cielo.




En la piel del territorio oriental, donde la isla tiende su mano de mar hacia el continente, Tenerife tiene en su suerte el milagro de un macizo enigmático, verde: Anaga. 
Anaga es un espíritu que voló con fuerza indomable, volteando riscos, escudriñando cortinas de agua en la laurisilva, oteando el mar, siempre esperando, siempre anhelando no perder la libertad.
De Portugal, vascos, majoreros, de la Italia, historias de naufragios, arribadas cálidas, idas y venidas de la América en el alma. Así es Anaga, patio con helechas, caricia de brisa en la ventana, alguien que te mira y sientes un abrazo antiguo, la complicidad de lazos guanches. 
Si el océano dijese alguna vez de lo que fuese testigo. Si las cuevas perdieran su mordaza de oscuro silencio. Si los riscos se pronunciasen, nos hablarían de esplendor, de la fuerza que se presiente sobre los perfiles, pasos y evocaciones de Anaga.