Sábado, 30 de agosto de 2014

Pregón de las Fiestas de Nuestras Señora de Abona en el Municipio de Villa de Arico. 2014
"Un enorme privilegio el realizar la función de pregonero en un pueblo sencillo y agradecido, donde las personas se han amoldado al carácter del territorio donde viven y, con abnegación, luchan por sobrevivir en un ambiente seco, donde prolifera el viento y la sequedad. Arico, un espacio donde la gente sabe valorar el cariño que se le brinda y lo devuelven con holgura".




Fiestas de Nuestra Señora de Abona. Villa de Arico.
Agosto - Septiembre de 2014

Ilmo. Sr. Alcalde, Sres. Curas Párrocos, concejales, familiares, amigos y amigas.
Una compleja tesitura la que ha recaído en mi persona para la realización de este pregón, tan importante para la vida y el espíritu de Arico. Pero a la vez, para mí, una inmensa satisfacción. Muchísimas gracias, señor Alcalde, por haber recabado en mi humilde persona para la realización de este acto.
Desde un primer momento me planteé cual debería de ser la línea a seguir en este encuentro oficial con un municipio al que tanto quiero. Quizá tildamos lo oficial de frio, correcto o  despersonalizado. Pero precisamente por ese enorme cariño es por lo que no lo quiero ver así, no lo quiero ver como un compromiso sino como un honor que no merezco y una oportunidad que  nunca terminaré de agradecer.
Cuando hace unos años terminé mi relación laboral con Arico ya mi gran amigo Don Eladio Morales, al que agradezco enormemente el que haya sido artífice de que yo recalara a trabajar en nuestro ayuntamiento, me decía que de mis muchos trabajos siempre me fui cerrando bien la puerta, conservando la amistad y la corrección, pero que de aquí, de Arico, además me llevaba la llave, para volver siempre. Ya lo entendí. Hablaba de la generosidad, de la honestidad con la que se hacen las cosas. Los trabajos remunerados se pueden hacer no solamente a cambio de dinero. Esta oportunidad de agradecimiento es la que quisiera toda persona que sin ser de un lugar se siente como si lo fuera, la que ve a sus vecinos como paisanos, a sus conocidos como amigos, a la que siente el dolor común como propio.
Estudiando esta actitud, se reafirma el sentido que personalmente tengo de Nuestra Señora de Abona. No es solamente una imagen, una devoción, una festividad. Es una forma de ser. Sin grandes adornos ni vestiduras, sin manifestaciones ostentosas ni masificadas, sin la más mínima opulencia. Nuestra patrona es la sencillez magnificada, la naturalidad, como si fuese la prolongación de una vida limpia y coherente. Ella es así y así son sus hijos e hijas. No vale pensar en individualidades, hay que mirar en conjunto a un pueblo tranquilo y trabajador, sosegado y constante, hecho a la adversidad… y el viento que no suele dar tregua, y la sequedad que a veces abruma, y los tiempos que pasaron de largo.
Arico es una tierra donde la sequedad clama por su derecho a ser hermosa, no todo son vergeles ni humedales. También pueden ser tapices ocres donde las tabaibas, los cornicales, los barrancos, la naturaleza muestre su belleza con un trazo sobrio y elegante.
Uno de los mejores amigos que me ha dado la vida, José Morales, Pepe el cura, un ser especial, maravilloso, ciudadano del mundo y ariquero, espiritual y coherente, me dio buenas pistas sobre las ideas que hilvanarán este pregón. El también dispuso de la gran oportunidad de pregonar estas fiestas de Nuestra Señora, pudiendo mostrar públicamente el gran amor que siempre sintió por su pueblo. Después de que varias amistades comunes nos hablaran recíprocamente de los dos y de la necesidad de conocernos, tuvimos esa gran oportunidad que ya propició una amistad que nació y que nunca dejará de atardecer con nosotros en las lánguidas tardes de Arico. Aparte de nuestra concepción de la vida, totalmente afín, y de disfrutar de esa energía inexplicable que une a las personas como una electricidad, como diría otro gran amigo mío, Padre Diego Siverio, de Taucho, entre Pepe y yo había otro nexo indeleble. Pepe escribió un libro esencial sobre la vida e idiosincrasia de Arico que se titula: “Lo que me llevé de Arico”. En él plasmó sus vivencias de infancia, sus recuerdos juveniles, los perfiles de sus amigos, sus idas y venidas a Gran Canaria, donde vivió y desde donde su corazón anhelaba continuamente el encuentro con su tierra natal. Este era el nexo entre Pepe y yo. Si yo escribiese sobre mi vivencia con este Municipio, el texto podría titularse: “Lo que me enamoró de Arico”.
Es fácil enamorarse de Arico, sobre todo cuando has dado muchas vueltas, cuanto te has quemado mucho y luego ves que vivir es solamente valorar lo que se tiene. Esta tierra es un privilegio porque es asequible sumarse a su quietud, al remanso de un cielo amplio, sobre la plenitud de múltiples lomas, ensenadas, en torno a un corazón que se yergue con desgarro en el Salto de las Hiedras, como si fuese el hueco por donde colarse hacia las entrañas de un gigante dormido.
Este espacio es diferente, porque todavía es antiguo, es actual y todavía es rural. Tiene un largo dossier de viejos esquemas muy pegados a su piel pálida y gris, tiene muchas bellezas, encuentros imprevisibles en una geografía enorme dentro del contexto insular.
Este espacio tiene múltiples escondrijos, pero no tiene secretos, porque todavía su gente es limpia, frugal, es gente sencilla y fresca, acercándose más a lo natural que a lo ficticio. Arico es, para gente de muchos caminos como yo, el reparo en la esencia de las cosas. La gente vende cuando hay necesidad y tú adviertes el dolor cuando las familias se desprenden del terruño, amarga y calladamente, para intentar sanar a sus hijos, para mejorar la vida de su gente, o cuando la desgracia toca a la puerta.
Con esta tesitura, la de invitar a la isla a disfrutar de la festividad en honor a Nuestra Señora de Abona, me he reencontrado con una multitud de recuerdos, de personas que llegaron y nunca se marcharán de mi corazón.
Cada rincón de lo que he conocido en Arico me evoca a algo, como si los hubiese visitado desde otras vidas. Luego, el encuentro con sus gentes ya los llenan de sus cosas, que hago mías. Y así, vuelo a la Caleta del Ganado en Abades, para sentirme pescador entre arenas nacidas de la mar; me siento cantero de sublimes dinteles en Arico Nuevo, mientras inhalo el transparente y mágico olor a pan de leña en Arico Viejo. Viviendo Arico es fácil subirse al giro de seres alados trillando en las eras de El Bueno o palpando la tierra roja, quemada y vieja, con la que nacieran las loceras de La Cisnera. Se pueden intuir las folías, los chistes, la algarabía, en los lavaderos de La Degollada, mientras las olas hacen silencio en las Eras, arropando en lo oscuro a los barcos que, en rebeldía, buscaban mejores tiempos en ultramar.
En Icor, la tosca nos llevaba a engaño; detrás de su fisonomía frágil, porosa y opaca, guardaba elegantes estancias donde las mujeres esparcen la luz de sus ojos en los matices del calado.
El agua salobre de La Jaca era un mito para quienes buscaban homenajear a su salud, y seguro que no faltarán estómagos que sigan besando los hilos de sal y cristal para curar sus males; mientras, la mar sigue rasgando el perfil sinuoso de los tímidos cantiles de Las Listadas.  
Una vez la mar se prendó de esta tierra y quiso vivir en ella, horadó la playa y se adentró cuanto pudo, para vivir en Las Maretas, junto a las ahulagas.
También prendado, como la mar, creí evocar las jornadas de chinchorro, cuando en El Porís los peces y las personas se retaban en duelo por la vida, o girando en la cucaña o con Maruca, danzando en los charcos.
Cuanta gente se ha embelesado en su luz, cuantas almas buscaban, en su deriva, un faro donde asirse, una referencia para vivir; en La Punta hay luces para trazarse un destino, para tocar puerto y para llenar el espíritu: la devoción a Nuestra Señora de Abona en su espacio sencillo, recoleto, siempre dispuesta para llenar el universo espiritual de cada uno, de quienes en ella confían, a quienes Ella guarda. Y cerca, el faro, anhelo y tesoro de los navegantes.
En Arico es fácil enamorarse del carácter de su gente, de la ilusión con la que viven su identidad, y así, crees ser parte de la fiesta para ver llegar las cajas con los voladores en El Rio, cuando parece que hasta San Bartolo se iba hasta la carretera a recibirlos.
Por La Caleta y Tajao, Tabaibarril, evocaciones de la mar, de la juventud y los veranos, las canteras, la venta, el pescado amaneciendo, arribando como vianda cristalina nacida de las aguas.
Otros tiempos, de juguetes de penca, de caña y de gamona, se funden con los carros de madera que bajan hacia Teguedite, mientras los miran las cuevas, mientras en las bodegas se cuece el vino cual ermitaño tesoro y en tanto que los olivos observan impávidos las cabriolas de los bólidos libando el asfalto.
Una ilusión que quedó pendiente en mi trabajo en Arico fue la de hacer un cortometraje, la de guardar en un cajón de imágenes estampas costumbristas que difícilmente se podrán vivir en el futuro. Son escenas que se pueden evocar fácilmente en Arico porque su espacio se brinda, gracias a su desarrollismo ordenado, pausado, acomodado al territorio. En La Sabinita se pueden imaginar escenas que ya son de otro tiempo, de otra forma de vivir. Y así, acompañado del arrullo de la salvia, la hierba huerto o el toronjil de sus patios, de mi magín salieron los diálogos que ponían acento a la hazaña que un buen amigo me contase:
“Yo quería ir a ver el mar, a ver si es tan hondo como la charca de Don Evaristo, pa´ ver si tenía lisas azules y naranjadas. Mi abuelo decía que el agua del mar es salada y que si bebes mucha te duele la garganta, y que por eso los lagartos no la beben. Dice que una vez vinieron unos piratas, con patas de palo y una tela en el ojo y que robaron a la Virgen, porque son muy malos. Por eso no podía ir a ver el mar.
Pero un día que todos tenían que ir a la cumbre, a Tamadaya, a coger papas, me hice el malo, porque el día antes me pegué una jartada de higos rojos, de esos que tienen muchos picos, y cuando todos salieron, todavía de noche, cogí el camino de Tajo y eché a caminar. Pasé escondido por los lavaderos, porque ya habían mujeres restriega que restriega  y me escondí detrás de los balos. ¡Uff. Escapé!”
Vivir Arico es disfrutar de la invitación de recorrer las calles del Lomo, cuando a determinados tiempos del día se muestran solitarias. El Lomo, Villa de Arico o viceversa, nos evoca a los tiempos en los que desde Vilaflor se extienden los brazos de Dios para crear nuevos templos y así surge la Iglesia de San Juan Bautista del Lomo en 1639. Siendo la casa de Dios también es la de su pueblo, y no podría ser mejor hogar para Nuestra Señora de Abona.
Antes de continuar con la lectura de este pregón, he de recordar que lo que pretende es invitar a la unidad, al encuentro de las personas, al margen de sus procedencias, de sus ideologías, de sus formas de ser, para que vivan en armonía la devoción a la Virgen, para que sellen su identidad con un vínculo superior a todo lo material. El amor a la Virgen de Abona es un lazo invisible que une a todos y a todas. Como decía anteriormente, es la transcripción de una forma de ser, la de todo un pueblo.
Me es muy gratificante saber que el vínculo que me une al Municipio de Villa de Arico va más allá de un grupo enorme de personas a las que tuve el gusto de conocer durante mi estancia en este lugar. No podría nombrarlas una a una, no sólo porque siempre quedaría alguien sin mencionar y a quien nunca quisiera omitir voluntariamente; no podría hacerlo de ningún modo porque ese grupo es mayor de lo que siempre pensé.
Cuando nos planteábamos estrategias de desarrollo sostenible para mejorar la vida de nuestra gente, dinamizando sectores como el de la agricultura o el turismo alternativo, en un intento de vincular el alojamiento rural con los senderos, con la enogastronomía local, con el turismo activo, los deportes náuticos o con las fiestas y tradiciones, nunca pensé que estaba vinculándome a una gran familia. Hace poco alguien me dijo algo que nunca hubiese imaginado: “en Arico se te echa de menos”. También quiero agradecérselo con mi mayor sinceridad.
Quizá no estaba mal la estrategia propuesta; había que mostrar Arico al resto de la isla, por sus valores económicos, culturales, paisajísticos, y de ahí surgen las rutas temáticas: la de la piedra, la de la brea, la de la miel. Estos baluartes son magníficos representantes de los valores de Arico. Forman parte esencial de la historia de nuestro territorio, como se recoge, en el caso de la miel, con su presencia en el escudo heráldico municipal. Este producto nace de la existencia de una riqueza vegetal diversa y exuberante y endulza la ya entrañable referencia que se tiene de  Arico más allá de su jurisdicción. Esta actividad de promoción la sigue desarrollando la población de El Bueno y es un ejemplo de cómo pueden convivir las labores costumbristas agropecuarias tradicionales, vinculadas posiblemente a los tiempos aborígenes, con los usos y técnicas actuales.
Una parte también entrañable de mi paso por Arico ha sido la Muestra de panes del mundo. Este pregón es una oportunidad para difundir públicamente de donde surge esa iniciativa, porque enlaza directamente con esa forma de ser de la población ariquera, una forma de ser de la que yo me empeño en sentir que es a semejanza de la luz que irradia Nuestra Señora de Abona. Esta actividad nace de la colaboración de las dos panaderías existentes en el Municipio para disponer de algún día libre, asumiendo el reparto de una cuando descansa la otra. Ello siempre respetando los vínculos de cada establecimiento con su clientela. Estas situaciones sólo se pueden dar en pueblos como éste, porque por encima de las relaciones económicas figuran el respeto, la buena convivencia, la humanidad. Estos son los grandes valores de Arico, los que viven en su gente, en sus colectivos. Yo no entro en individualidades porque eso es restar y yo creo que hemos llegado a la vida para sumar, siempre sumar, cada uno como puede, con sus errores, sus incapacidades, pero siempre con la actitud de sumar. Así nos lo pediría Nuestra Señora de Abona; a quien siempre pedimos nosotros, especialmente en situaciones de agobio; estoy seguro de que Ella sólo nos pediría que sumemos, que mantengamos esa forma de ser abierta, limpia, sincera. Otro momento entrañable de mi paso por Arico lo tomo de las Asomadas al Ere, una actividad que nos invita a encontrarnos; convocadas las distintas generaciones que forman un determinado momento de la historia, la propuesta es hablar del pasado, del futuro, para poner en común lo vital, el contraste, lo esencial de cada tema; cada generación desde su punto de vista, pero siempre fomentando el diálogo, el encuentro.
Entre los numerosos actos religiosos y populares que se llevarán a cabo a partir de hoy para homenajear a nuestra Virgen de Abona, todos y cada uno tienen la misma relevancia, porque cada uno va dirigido a algún sector de la sociedad, cuenta con la colaboración de determinados colectivos del municipio, siempre por supuesto con el trabajo y la dedicación del Ayuntamiento, pero sobre todo porque todos llevan una tremenda ilusión y entrega para satisfacer a nuestros vecinos, vecinas y personas avenidas desde otros municipios para este acontecimiento. Uno de los mensajes de estas fiestas ya viene impregnado en el lema que conlleva nuestra antorcha solidaria:Por la unidad de Arico y la solidaridad entre sus gentes”. Mi mayor deseo es que con ese lema se desarrollen las fiestas y toda la vida que marca los designios de este Municipio. Para ello siempre será bueno pedir la imploración a Nuestra Señora de Abona.
Dignísimas autoridades, amigos, amigas. Me toca despedir este pregón de las Fiestas de Nuestra Señora de Abona 2014 y lo hago  reiterándoles mi más sincero agradecimiento por haber depositado en mí su confianza. Que la magia de Arico siga teniendo sabor a patio, a cueva, a amistad, a monte y a salitre, y que sus gentes sigan, a la luz de la Virgen, haciendo coherente la travesía de sus vidas.
Vivan las Fiestas de Nuestra Señora de Abona!!

Juan Antonio Jorge Peraza